sábado, 18 de abril de 2009

19 de Abril II DOMINGO DE PASCUA

La experiencia de la resurrección de Jesús cambió radicalmente la vida de aquellos primeros discípulos. Hay que tener muy presente lo que hace muy pocos días recordábamos: que al momento del arresto, del juicio y de la crucifixión, todos salieron corriendo. Todos tuvieron miedo. Todos sintieron temor de que las autoridades judías ampliaran la redada con el ánimo de terminar definitivamente con aquel movimiento revolucionario, con aquel que hablando de Dios devolvía la esperanza a las personas y les estropeaba el negocio. Por eso el Evangelio de este domingo empieza afirmando que los discípulos estaban en una casa “con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Temían ser detenidos si salían a la calle. Así de simple.
El Evangelio añade un elemento importante para la vida cristiana. Todo esto que hemos dicho: la paz, la fraternidad, el amor... no es comprensible sin haber pasado por la experiencia del encuentro personal con el resucitado. Ahí está el testimonio de Tomás. Necesitó ver la señal de los clavos y meter la mano en el costado de Jesús. Necesitó tocarlo para darse cuenta de que realmente estaba vivo, de que el Reino del que tanto había hablado Jesús no había muerto en aquella cruz maldita del Viernes Santo. Necesitó encontrarse en vivo en Jesús para confesar “¡Señor mío y Dios mío!”.Cada uno de nosotros ha de pasar por la misma experiencia si queremos ir más allá del cumplimiento de unas normas y del rezo de unas oraciones. Si queremos que nuestro ser cristiano sea algo que nos transforme realmente por dentro, tenemos que encontrarnos con Jesús no como un personaje más de la historia con una doctrina más o menos atrayente sino como una persona viva y cercana que nos anima, que nos acompaña, que nos reconcilia y sana para comprometernos en hacer realidad en nuestra vida y en la vida de los que nos rodean el Reino por el que Él mismo dio la vida.

Lectura: Hechos 4,32-35
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno Palabra de Dios
Lectura: 1Juan5,1-6
Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio Juan 20,19-31 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envió yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo." A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor

DIEZ PUNTOS SOBRE EL DERECHO A VIVIR

1. Aprende a amar la vida humana por pequeña, débil, o indefensa que parezca: la verdadera culminación del desarrollo humano son las personas que practican el amor y la misericordia hacia sus semejantes. Ama de manera especial a quienes padecen algún tipo de discapacidad o de déficit social. Déjate enriquecer por los que aparentan no aportar mucho.
2. En situaciones de conflicto protege siempre al más débil y huye de tomar decisiones irreversibles: un corazón verdaderamente humano se va muriendo cada vez que cede a la soberbia y a la prepotencia. Si las buscas, siempre encontrarás personas dispuestas a ayudarte para defender la vida de la que eres responsable.
3. Valora el tesoro que supone ser madre. Ninguna expresión de amor es tan fuerte como la generosidad de la madre hacia el hijo que nace en las entrañas. Sé muy agradecido con tu madre y con todas las madres.
4. Valora la responsabilidad de ser padre, el don incomparable que ello supone. Supera cualquier forma de machismo que ofende la dignidad de la mujer y rebaja al varón muy por debajo de su más elemental dignidad. Nunca mires a las personas de otro sexo como un objeto.
5. Cultiva la esperanza en tu corazón: cada niño o niña que comienza a vivir en el seno de una mujer es un regalo que Dios nos hace a todos. Nadie puede anticipar perfectamente cuánto bien está llamado a hacer. Nadie puede con justicia mirar al otro como un estorbo. Los niños y las niñas son la alegría de civilización. ¿Qué sería de nuestro mundo si la madre de Lincoln, la de Einstein, la de Marie Curie, la de Ingrid Bergman, la de Martin Luther King o la de Gandhi no hubiesen aceptado a sus hijos cuando estaban en sus entrañas? ¿O si la vida de alguien próximo que has conocido o querido hubiera sido rechazada desde su inicio?
6. Contribuye como ciudadano o como político a que las leyes ayuden a las personas a tomar las mejores decisiones. Rechaza cuantas hacen presión para que las personas decidamos de modo contrario a nuestra vocación al amor, a nuestra pasión por la dignidad de las personas y sus derechos humanos fundamentales, especialmente de los más indefensos, como son los niños y niñas antes de nacer. Localiza la falsa compasión que lleva a la equivocación y recházala de plano.
7. Admira el valor de las madres que aceptan seguir llevando adelante su maternidad en soledad. Apoya con todas tus fuerzas que pueda llevar adelante su deseo. Pide a la comunidad social y política que les ayude de modo eficaz.
8. No pierdas el tiempo juzgando o condenando a quienes se hayan equivocado por no respetar los derechos de los más débiles; que en tu calor y comprensión encuentren una ayuda para no volverlo a cometer y para ayudar a otros para que no se confundan. Ayuda a cuantas mujeres hayan podido pasar por momentos de angustia ante el temor de ser madres. Ilumina con delicadeza a cuantos han podido aconsejarles mal.
9. No separes el valor de la sexualidad humana de su responsabilidad con respecto a la vida. Los cuerpos de los hombres y las mujeres no son juguetes, ya que pueden colaborar con lo más grande que pueden hacer las personas: dar la vida a otras. Aprende a descubrir la maravilla que supone poder comprometer tu vida en matrimonio para traer responsablemente al mundo hijos que sean amados.
10. Sé fuerte para aguantar con paz las críticas de quienes te acusen injustamente de obrar sin amor. La verdad es capaz de imponerse a las ligerezas de la lengua si tu corazón se mantiene sereno y si tu inteligencia propone con perseverancia el verdadero bien que acompaña la vida humana más débil e indefensa. Confía en la fuerza del amor, de la razón, de los argumentos. Cuenta con la ayuda de Dios, del Dios que cuida de la vida de los pobres e indefensos. Rechaza completamente combatir la violencia a través de nueva violencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.