viernes, 24 de abril de 2009

26 de Abril III DOMINGO DE PASCUA

La sorpresa inicial, el asombro, conviene que siga estando presente en nosotros. Decir “Cristo ha resucitado” es algo que se sale de lo normal. La experiencia de la resurrección de Jesús ancla nuestros pies en la tierra, en esta tierra y este mundo concreto en que nos ha tocado vivir. Conocer a Jesús es guardar sus mandamientos. Guardar su palabra es sentir que en nosotros el amor de Dios llega a su plenitud y es amor que se vierte y expande hacia los que nos rodean y hacia toda la creación.
Del miedo y la sorpresa pasan a la alegría. “¡Está vivo!” “¡Es el maestro!”. Y vuelven a hacer lo que tantas veces hicieron con él: comer y charlar. Lo que hacemos en todos los países y en todas las culturas cuando queremos expresar la alegría de estar juntos, la fraternidad, la amistad, la vida. Jesús toma el pescado, de lo mismo que estaban comiendo ellos. Los discípulos han dado un paso más. Han sentido de nuevo la presencia viva de Jesús. Se sienten enviados a anunciar al mundo que Dios está de nuestra parte, que nos promete un futuro nuevo, que ni el odio ni la violencia ni el rencor tendrán la última palabra, que el Reino es algo más que un sueño. Todo lo han comprendido en torno a la mesa, al pan y la palabra compartidos. La Eucaristía sigue siendo el mejor don que atesora la Iglesia. Ahora hemos experimentado la resurrección de Jesús y su presencia se hace real en el pan bendito y compartido y en la palabra escuchada que nos llega al corazón. Cada domingo, cada día que se celebra la Eucaristía, se produce el milagro: experimentamos a Jesús vivo. Y salimos al mundo dispuestos a ser testigos del Dios de la Vida, del Dios que vence a la muerte y nos invita a vivir, a relacionarnos con los demás, de una forma nueva. Eso es celebrar la resurrección de Jesús.

Lectura: Hechos 3,13-15.17-19

En aquellos días, Pedro dijo a la gente: "El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados." Palabra de Dios
Lectura: 1Juan 2,1-5 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: "Yo lo conozco", y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
Palabra de Dios


Lectura del santo evangelio Lucas 24,35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros." Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo." Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse." Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto." Palabra del Señor
Pasarse el Antivirus
J. Altavista en Antena Misionera


Algunos problemillas en los últimos días me hacían pensar que mi ordenador debía tener algún virus. Así que cuando llegué a casa, y tenía en la mente sobre qué escribir estas líneas, sometí al disco duro de mi ordenador a un exhaustivo análisis anti-virus.
Pensaba que la cosa iba a ser rápida. Me pasé dos horas viendo pasar números y nombres de archivos. Al final sólo aparecieron tres “gusanos” que pude eliminar sin problemas.
La cuestión de que después de tanto tiempo, me olvidé del tema que pensaba comentar. Como dice el refrán “no hay mal que por bien no venga” y tras esas dos horas pasaron por mi mente varias ideas. Recojo una de
ellas.
Igual que al ordenador le puedes pasar un anti-virus, no estaría de más que a nuestra persona, a nuestra forma de pensar y actuar, las pudiéramos someter de vez en cuando al análisis de un anti-virus.
Y es que a veces se van colando dentro de nosotros, de forma casi inconsciente “virus” que se esconden de forma enquistada y surgen al exterior, sin darnos cuenta, en nuestra relación con los demás.
Así que he cogido lápiz y papel y he escrito algunos de los que puedo reconocer en mí, a pesar de que cueste aceptarlos. Entre ellos están los siguientes: - la mentalidad del “sálvese quien pueda”, acrecentado por la actual crisis económica - la “indiferencia”, no puedo preocuparme de los problemas de los demás, bastantes tengo yo; - el “racismo”, sin darme cuenta voy viendo a los que son diferentes como “competidores” de mis intereses, la imagen que tengo de ellos se va degradando; - un feroz “individualismo”, si yo no me ocupo y preocupo de mantener mi nivel de vida, nadie lo va ha hacer por mí, que cada uno se ocupe de sí mismo; - un solapado “fundamentalismo”, tengo que mantener a cualquier precio mis puntos de vista, si dejo que la forma de pensar de los otros cuestione la mía me voy a meter en un lío del que saldré perdiendo; - cuando surge un problema “la culpa siempre es del otro”, reconocer mis propios errores es una mala política en estos tiempos, casi siempre encontraré a alguien a quien cargarle la responsabilidad; - en esta sociedad que genera tantos parados y excluidos, “nadie reconoce lo que yo valgo”, la envidia de los otros impide que se me valore justamente. Y podría seguir la lista.
El problema es que no tengo tiempo para escanear el “disco duro” de mi persona. Para colmo, si tuviera que eliminar o poner en cuarentena los “virus” que fueran apareciendo, me sentiría indefenso frente a una sociedad por la que me siento agredido.
Es verdad que nos sentimos atacados por un sistema social radicalmente injusto. Quienes dicen saber del tema afirman que el sistema no va a cambiar, deberá cambiar “el modelo”, o sea, algunos mecanismos secundarios dentro del mismo sistema. Tengo derecho a defenderme. Pero me pregunto si el convertirme en una “persona virósica” es la mejor forma de hacerlo.

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