jueves, 2 de abril de 2009

VIVIR LA SEMANA SANTA


La Semana Santa, que no es otra cosa sino un camino que desemboca en la Resurrección del Señor, está a punto de llegar. Una semana de intensa vida espiritual.
La Semana Santa nos invita a tomar en serio a Dios, a clavar los ojos y el alma en ese Cristo crucificado y muerto para que el hombre resucite de una vez por todas y para siempre al amor, a la esperanza, a la fe... Desde el Miércoles de Ceniza hasta la Vigilia Pascual, se ofrecen al creyente sobrados motivos y medios abundantes (oraciones, cultos, actos penitenciales...) para que este tiempo santo sea eso: un tiempo de conversión.

Vivir la Semana Santa no es cosa de siete días. La Semana Santa no es sino la meta de un largo camino, un camino que nos pone de manifiesto el perdón absoluto de Dios, que murió perdonando: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".

Vivir la Semana Santa es caer de rodillas. Es pensar con el corazón y ver cuantas veces crucificamos a Cristo con nuestras acciones, con nuestros silencios, con nuestros rencores…Es dejarnos convencer de una vez por todas de que estos días son mucho más que unas meras vacaciones.

Vivir la Semana Santa es abrir el corazón a ese Cristo, que desde el Sagrario nos grita para que convirtamos nuestro corazón de piedra en un corazón de carne; para que nos hagamos sensibles a las necesidades y a los problemas del mundo.
Vivir la Semana Santa es olvidarse de las cosas que no llenan, que hasta nos quitan el sueño sin merecerlo, para fijar el pensamiento y la razón en lo único que redime y salva: Cristo. Y a ello puede ayudar todo ese aire que se respira estos días. La saeta, que apuñala el aire frente a la imagen inerte de Cristo, el clavel rojo que roza los pies del Crucificado, los ojos de la anciana que miran con fe el paso por su puerta del Nazareno a hombros de sus cofrades, la negra mantilla que acompaña en su soledad a María Santísima… Vivir la Semana Santa es impregnarse de la religiosidad que pulula por el aire. Es participar con las Hermandades en cultos y actos, es dejarse llevar por el profundo convencimiento que supone vestir la túnica nazarena, es sentir un escalofrío al ver a "tu Cristo" o a "tu Virgen" preparada para "pasearse" por las calles de un pueblo que le espera con ilusión.

Pero, a vivir la Semana Santa ayuda, sobre todo, la Liturgia dentro de los templos con el Triduo Pascual, que ningún cristiano debiera perderse por nada del mundo, porque se palpa a Dios en los Oficios. El clavarse ante el Sagrario y beberse el Evangelio, y saborear una por una cada palabra del Mandamiento Nuevo. El cerrar los ojos de la cara y abrir los del corazón, los del espíritu. El rezar con todas las fuerzas para que este mundo sea lo que debe ser: más humano, más fraterno e infinitamente más justo.

VIVE LA SEMANA SANTA

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