sábado, 16 de mayo de 2009

17 de Mayo VI DOMINGO DE PASCUA

Después de tantos domingos celebrando la pascua, la resurrección del Señor, llegamos a lo central de la vida cristiana: el amor. Hoy las tres lecturas dan vueltas a lo mismo: la cuestión es amar. Ahí es donde se juega nuestro seguimiento, nuestra fe en Dios. Ser cristiano no es cuestión de recitar el credo ni de comprender perfectamente cada una de sus expresiones. Tampoco es cuestión de participar en la liturgia de la Iglesia ni de cantar salmos todo el día ni de hacer mucha penitencia y sacrificios. No es cuestión de entregar nuestra alma y voluntad a Dios y hacernos esclavos suyos. No es cuestión de ser más o menos pobres. Ni siquiera es cuestión de rezar muchas horas o de hacer los ejercicios ignacianos. Todo eso puede estar bien. Puede ayudar. Pero no es lo central. La clave, lo central, lo único importante está bien claro en la segunda lectura: “Amémonos unos a otros ya que el amor es de Dios”. Y podríamos añadir, citando también a Juan: “Porque Dios es amor”. Y no hay otra forma de conocer a Dios, de vivir a Dios, de seguir a Jesús, que amando. Y amando como Dios, que acoge a todos y no hace distinciones.
El Evangelio de este domingo es un texto que se abre con una afirmación en la que Jesús da testimonio de lo que ha sido su vida: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo” y que termina con un mandato, el único mandato, la única orden, la regla de las reglas, la que contiene todas y, sin embargo, nos abre a la mayor de las libertades: “Esto os mando: que os améis unos a otros”. No hace falta más.
Ahora podemos echar una mirada a nuestro alrededor. Salir a la calle y contemplarnos a nosotros mismos en nuestras relaciones con los demás, con los familiares y vecinos, con los amigos, con los compañeros de trabajo... Podemos recordar nuestros comentarios sobre los políticos, sobre los personajes que vemos en la televisión. Y mirar si nosotros somos capaces de “amar primero”. Porque ahí está la jugada, la clave de nuestro ser cristiano. Seguir a Jesús no es sólo “amar”. Es algo más. Es “amar primero”. Ahí es donde experimentaremos el gozo y la alegría de ser como Jesús y, por tanto, como Dios.

Lectura: Hechos 10,25 ss.

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo: "Levántate, que soy un hombre como tú." Pedro tomó la palabra y dijo: "Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea." Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió: "¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?" Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.
Palabra de Dios

Lectura: 1Juan 4,7-10

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio Juan 15,9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros."
Palabra del Señor

SE ACERCAN LAS COMUNIONES

Son ríos de tinta y saliva los que se han vertido en torno al acontecimiento de la Primera Comunión, más que por la profundidad de lo que éste significa, por el cariz cada vez más social que va adquiriendo, en detrimento del verdadero significado cristiano que conlleva.
Esta connotación lleva consigo que nuestros hijos e hijas, en la comunicación que establecen entre ellos, se contagien de deseos materiales que rompen los esquemas del sentido básico y primordial de este Sacramento. Son muchas las circunstancias que atropellan la mente de los catequizados en cuarto curso de Primaria cuanto más se acerca el momento de comulgar por primera vez y los sentimientos se dispersan demasiado.
Corresponde a los padres la misión de encauzar el torrente de sensaciones dispares que giran en torno al evento. El niño anhelará que llegue su Primera Comunión imaginándose un príncipe o una princesa, cargado infinitamente de regalos y sintiéndose el ombligo del mundo en una celebración en su honor.
Si todo esto quedase así, en la mera importancia de su alrededor físico, podría enturbiarse, y de hecho lo ensombrece por lo general, el sentido cristiano de la realidad última que impregna el paso final de este curso de catequesis. Aunque todo esto orbita alrededor de tan señalado día, debemos insistir en la necesidad de volcarse con seriedad y responsabilidad, como progenitores, de acompañar a nuestro hijo o hija en todo momento de la celebración, de participar en la misma de modo ejemplarizante y apostando, en todo momento, por la continuidad del primer paso, de encuentro con Cristo, que van a vivir.
Hemos de ensalzar, como punto central, la primera Eucaristía en la que, por fin, después de meses de preparación, van a participar por completo del banquete, consintiendo libremente que Jesús entre en ellos bajo las especies del pan y del vino. Solemnidad absoluta ante el momento de la Consagración y seriedad tranquila y sosegada tras tomar el Cuerpo y la Sangre de Jesús, reflexionando, bajo la pureza de lo que representa su inmaculado aspecto exterior, las exigencias que, como cristianos, aceptamos al sentir que Él se ha hecho presente en su vida.
Debemos, como responsables aún de su educación, inculcarles que en su Primera Acción de Gracias se sientan agradablemente conmovidos por el paso que han dado. Un paso que, de igual modo, no pueden dejar de dar a partir de ahí. Los padres seguimos siendo el eslabón que necesita el niño para continuar la cadena de su formación cristiana.
Es un error mayúsculo consentir, e incluso aplaudir, que después de tal Acontecimiento, es innecesario acudir a la Eucaristía dominical, mostrando así la nula motivación real que nos llevó a acompañarlos en su Primera Comunión. Es más, craso error igualmente si accedemos a su no presencia en la catequesis el curso siguiente. La Primera Comunión es eso, el primer encuentro, el motor de arranque para posteriores y continuos encuentros con nuestro Salvador, un acicate para estar con Él y notar su presencia "donde dos o más estén reunidos en Su Nombre".
Fernando Gigante Sánchez

MES DE MAYO

Participa cada tarde en el Rosario y en las Flores a la Virgen María. Este jueves las flores y la Eucaristía la celebraremos en las CALLES ALTAS, invita al vecindario para que se acerque y participe en esta oración a la Virgen María

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