viernes, 12 de junio de 2009

31 de Mayo PENTECOSTÉS

Pentecostés es el viento y el fuego del Espíritu que quema y destruye, que calienta y transforma, que abre las ventanas y envía a los discípulos al mundo, a predicar la buena nueva de que Dios no está contra nosotros sino a favor nuestro, de nuestra vida, de nuestra esperanza. El viento del Espíritu crea la Iglesia, guía a la Iglesia, da fuerza, sostiene, cura, reconcilia, da vida. Llenos del Espíritu, aquellos primeros discípulos salieron de Jesús y, con el tiempo, llegaron a las tierras más lejanas. Portaban un mensaje de esperanza: Dios nos ha salvado en Cristo, su Hijo, su testigo, la encarnación de su amor. En él nos ha manifestado su inmenso amor para con nosotros. Ese amor es tan grande que es capaz de vencer la muerte. Hoy, aquí y ahora, hay que comenzar a construir un reino de fraternidad donde nadie puede ni debe ser excluido. Esa es la voluntad de Dios y no otra.
Hoy somos muchos en todos los continentes los que confesamos que “Jesús es Señor”. Más allá del hecho de que pertenezcamos a diferentes tradiciones, a diferentes confesiones, a diferentes comunidades, de que hablemos diferentes lenguas o tengamos diferentes formas de expresar nuestra fe, todos confesamos que “Jesús es Señor” y que en su nombre se nos ha devuelto la esperanza y la vida, la alegría y el gozo de vivir.
El Evangelio no está amenazado. Algunos parece que piensan que o la defienden ellos o la fe va a desaparecer de la faz de la tierra. Algunos se sienten los protectores del Espíritu, los portadores de la verdad, los defensores de la fe. Piensan que sin ellos, sin su acción, vamos al desastre. Amenazan con el infierno a los que no sigan sus indicaciones y normas. Parece que tienen comunicación directa con el Espíritu y que éste les ha nombrado sus alféreces y les ha puesto al frente de sus batallones. No es así. El Espíritu con su viento y su fuego fue el que propagó por este mundo la buena nueva del Reino, de la salvación. Él seguirá haciendo lo mismo. Nada que hagamos los hombres podrá atemorizar al Espíritu de Dios.


Lectura: Hechos 2,1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Enormemente sorprendidos, preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.» Palabra de Dios

Lectura: Corintios 12,12-13 Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu

Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio Juan 20,19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban. Palabra del Señor
CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE LA DIOCESIS DE JAÉN
LA FAMILIA, «BUENA NOTICIA»
Muy estimados sacerdotes, consagrados y fieles laicos:

El próximo 30 de mayo tendrá lugar en el Seminario de Jaén, desde las 10 de la mañana, el ENCUENTRO DIOCESANO DE FAMILIA.
Culminará con la celebración de la Santa Misa, a las 13 horas, en la Santa Iglesia Catedral.
La familia, y el matrimonio que le da origen, es la célula vital de la sociedad. Los cristianos sabemos que Dios así lo quiso, como leemos en el libro sagrado del Génesis (Gn 1, 27) y en el Evangelio de San Mateo, en que se dice: “el hombre dejará a su padre y a su madre y estará con su mujer y los dos serán una sola carne.
De manera que ya no son dos sino una sola carne. El hombre, por tanto, no separe lo que Dios ha unido.” (Mt 19, 5 s.)
La familia es el punto de apoyo fundamental que la Iglesia necesita en todo tiempo ylugar para encaminar el mundo hacia Dios y para devolverle la seguridad y la esperanza que, en determinadas situaciones, parecen
difuminarse.
No es fácil describir la influencia que supone el matrimonio y la familia cristiana a favor de la sociedad. De la familia deriva armonía y paz en la convivencia social. En ella se apoya la más fuerte consistencia a favor de la educación de los hijos en cada generación. El futuro del mundo y también de la Iglesia guardan una relación muy directa con esta institución natural y sagrada.
En nuestros pueblos y ciudades de la geografía diocesana se aprecia mucho a la familia. Lo escribo con fundamento. También los jóvenes valoran en alto grado a esta institución y desean crear su familia en un futuro, a pesar de las dificultades que encuentran.
Mientras la familia es objeto de ataques muy directos, que tratan de deformarla y crear confusión en sus mismos fundamentos, debemos estar muy atentos los cristianos para proclamar ante todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, su Evangelio.
Sabemos bien que en la familia se produce y afianza el despertar y crecimiento religioso, que tantas dificultades y obstáculos encuentran en otros ámbitos. En la familia se aprende a orar y a presentar los acontecimientos y preocupaciones ordinarias de la vida ante la presencia de Dios. Es la “iglesia doméstica” en que se preparan y hacen vida los Sacramentos de la iniciación cristiana. En los hogares cristianos, santuarios de la vida y esperanza de la sociedad, se transmite la fe en Jesucristo muerto y resucitado, se ora y se canta a nuestra Madre la Santísima Virgen María, se insertan sus miembros en la comunidad parroquial, diocesana, eclesial.
Escuchábamos al Papa actual, Benedicto XVI, en el V Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Valencia, que “la comunidad eclesial tiene la responsabilidad de ofrecer acompañamiento, estímulo y alimento espiritual que fortalezca la cohesión familiar, sobre todo, en las pruebas o momentos críticos. En este sentido, es muy importante la labor de las parroquias, así como de las asociaciones eclesiales, llamadas a colaborar como redes de apoyo y mano cercana a la Iglesia para el crecimiento de la familia en la fe.”
Es mucho lo que se ora y se hace en apoyo de las familias. Son muchas las dificultades que encuentran para salir adelante, para vivir y transmitir la fe. Urge apoyarlas para recuperar valores que algunos hasta piensan olvidados o pasados de moda, cuando precisamente gozan de máxima actualidad. Pongamos muy en el candelero de la intimidad del hogar contenidos como la verdad, la libertad, la esperanza, el amor, la defensa de la vida, la dignidad de la persona, el tesoro del Evangelio de Jesucristo, su Buena Noticia.
Invocamos la ayuda e intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret.
Con mi saludo y bendición. RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ.

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