viernes, 12 de junio de 2009

7 de Junio SANTISIMA TRINIDAD

Durante siglos y siglos, países, reyes, políticos, eclesiásticos, líderes de religiones varias, han intentado poner a Dios de su parte. Es decir, usar a Dios como el gran justificador de sus propios actos.
Ese Dios, al que Jesús llama “abbá”. El Dios de Jesús no quiere la muerte de nadie sino la vida de todos, y lo demostró resucitando a Jesús de entre los muertos. Su sueño es reunir a todos sus hijos en torno a la mesa común. En el Reino a los hermanos más fuertes y sanos les toca cuidar a los más débiles. En el Reino nadie es más importante ni tiene más poder porque “el que quiera ser grande que sea vuestro servidor”. San Juan escribió que “Dios es amor”. ¿Se puede decir algo más? ¿No está lo suficientemente claro?
El “abbá” de Jesús es nuestro padre. Es Dios, aquella figura terrible, poderosa, lejana, aterradora que tantos tienen en la cabeza, se transforma en un “papá”, “papaíto”, que no otra cosa significa “abbá”. Es Dios Padre de la vida, protector de todos, el que acoge, el que abraza, el que da la vida y la confirma, el que invita a su mesa.
Jesús es el hijo. Jesús es hombre que compartió con nosotros la vida en toda su amplitud, la dureza del camino y la paz de un diálogo con los amigos al atardecer, el trabajo y el descanso, el compromiso en favor de sus hermanos y el amor por los más débiles y necesitados. Y en todo ello se nos hace patente que ese hombre era verdaderamente el Hijo de Dios, tal como dijo el centurión al pie de la cruz.
Jesús no está hoy con nosotros pero, antes de irse definitivamente, nos regaló su Espíritu. Es el Espíritu de Vida. Es el Espíritu de Dios. Es el Espíritu que hoy, dos mil años después, sigue alentando en los corazones de tantos y tantas el compromiso por hacer de este mundo un lugar más justo, una casa para todos, un hogar donde nadie sea excluido. Es el Espíritu que alienta la vida de la Iglesia para que el Evangelio no caiga en el olvido y se siga encarnando en la vida diaria de las personas, de los creyentes. Es el Espíritu que nos hace alabar a Dios cuando vemos que la vida triunfa, que la justicia se aplica de verdad, que las personas recobran la esperanza en medio del dolor. Todo eso y mucho más es el Espíritu Santo.



Lectura: Deuteronomio 4,32ss

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.» Palabra de Dios

Lectura: Romanos 8,14-17
Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.
Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio san Mateo 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Palabra del Señor

Construir una mejor casa europea. Declaración de los obispos de la COMECE ante las elecciones para el Parlamento europeo de 4-7 de junio de 2009
Después de 64 años de desarrollo pacífico, y a los 20 años de la caída del Telón de acero, que puso término a la división del continente, el proceso de integración europea merece ser apreciado, a pesar de algunas lagunas. Por este motivo, los Obispos de la COMECE apoyamos y promovemos la Unión Europea como proyecto de esperanza para todos los ciudadanos.
Incluso en este tiempo de incertidumbres debidas a la crisis financiera y económica, la Unión Europea ha demostrado que es una casa segura que se esfuerza por preservar la estabilidad y la solidaridad entre sus miembros. Hoy, en 2009, la Unión Europea tiene la capacidad y los medios para responder a los retos más urgentes y apremiantes de nuestro tiempo.
Participando en la elección del Parlamento Europeo, todos los ciudadanos tienen la posibilidad de contribuir al desarrollo y a la mejora de la Unión Europea.
La Iglesia católica ha apoyado desde el principio el proyecto de integración europea y continúa apoyándolo hoy. Todo cristiano tiene, no solamente el derecho, sino también la responsabilidad de comprometerse activamente en este proyecto ejerciendo su derecho de voto.
La participación de los cristianos es esencial para redescubrir el “alma de Europa” que es vital para responder a las necesidades fundamentales de la persona humana y para el servicio del bien común.
El Parlamento Europeo, a través de sus poderes y sus competencias (que serán todavía reforzadas cuando concluya el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa), debe contribuir a responder a estas aspiraciones y objetivos. Los principios fundamentales de toda sociedad son la dignidad humana, la promoción del bien común. Por este motivo, estos principios deben encontrarse en el corazón mismo de todas las políticas del a Unión Europea.
Teniendo en cuenta el importante papel desempeñado por el Parlamento Europeo, esperamos de sus miembros que participen y contribuyan activamente en lo siguiente: -Respetar la vida humana desde la concepción a la muerte natural, como parte integrante de las legislaciones, programas y políticas de la Unión Europea en su conjunto. -Apoyar a la familia fundada sobre el matrimonio, -entendido como la unión entre un hombre y una mujer- como unidad básica de la sociedad. -Promover una gobernabilidad económica fundada en valores éticos dirigida a un desarrollo humano duradero, en el seno de la Unión Europea y a nivel mundial. -Promover la justicia en las relaciones de la Unión Europea con los países en vías de desarrollo mediante una asistencia financiera y unas relaciones innovadoras. -Demostrar la solidaridad mediante la elaboración de políticas de ayuda para con los más débiles y más necesitados en nuestras sociedad (en particular, los discapacitados, los que demandan asilo, los inmigrantes).
-Proteger la Creación mediante la lucha contra el cambio climático y animando a tener un estilo de vida basado en la moderación. -Promover la paz en el mundo mediante una política exterior de la Unión Europea coordenada y coherente. Iluminados y guiados por la enseñanza de Cristo, los cristianos están dispuestos y deseosos de contribuir a la satisfacción de estas aspiraciones, en el espíritu de la declaración de Su Santidad el Papa Juan Pablo II: “La inspiración cristiana puede transformar la integración política, cultural y económica en una convivencia en la cual todos los europeos se sientan en su propia casa” (Ecclesia in Europa, 121).
Bruselas, 20 de marzo 2009



RECUERDA
LOS ALBAÑILES COMIENZAN EL ARREGLO DEL TEJADO DE LA ERMITA EL LUNES.
PERO ¿HAS HECHO YA TU DONATIVO PARA TAL FIN?

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