miércoles, 16 de septiembre de 2009

13 de Septiembre DOMINGO XXIV DEL T.O.

Está claro que cuando Pedro afirma que “Tú eres el Mesías” no entiende exactamente lo mismo que Jesús. Tendríamos que reflexionar sobre el significado que damos a las palabras que usamos a diario o en nuestra relación con Dios. Tendríamos que reflexionar y pensar quién es Dios para mí, que quiero decir cuando afirmo que es mi salvador, que nos da la vida, que nos perdona a todos o que estamos comprometidos con el reino de Dios. Y comparar los frutos de nuestra reflexión con la Palabra de Dios, con el Evangelio. Para ver si el significado real que damos a esas palabras concuerda con el significado que les da Jesús o Pablo en sus cartas.
No basta con decir o reconocer que Jesús es el Mesías. Hay que seguirle con todo lo que eso implica: cargar con la propia cruz y dejar de pensar en uno mismo para buscar siempre el bien de los demás. Ese es el camino de la salvación. Esas son las obras de la fe: no muchas palabras sino mucha acción al servicio de los hermanos y hermanas, creando fraternidad, reconciliando, curando, acercando a los que están excluidos de la mesa común del Reino. Eso es lo que Dios quiere. En el camino encontraremos dificultades pero contamos con la gracia de Dios, con su ayuda, con su presencia, como nos recuerda la primera lectura del profeta Isaías. Las lecturas de hoy nos recuerdan que tenemos que poner nuestra fe en sintonía con el Evangelio, con la Palabra de Dios. No se trata de “hacer de nuestra capa un sayo” sino de acoger el mensaje de Jesús tal y como él lo entiende. Pero no basta con eso. Además, hay que llevar esa fe a nuestra vida con obras concretas, con acciones que hagan presente en nuestro mundo el amor de Dios que hemos recibido en nuestros corazones.

RECUERDA !!!

El curso pastoral parroquial está comenzando y necesitamos muchas manos para que el Evangelio de Jesucristo se extienda por estas tierras. ¿HAS PENSADO QUE TU ERES NECESARIO/A EN ESTA COMUNIDAD PARROQUIAL? No delegues tu responsabilidad en otros. No te guardes nada para ti, es muy hermoso compartir ganas, ilusiones, tiempo, saber, vivencias… con los demás.


Lectura: Isaías 50,5-9


El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará? Palabra de Dios


Lectura: Santiago 2,14-18

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.» Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio

san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»
Palabra del Señor

Mi testimonio sacerdotal

(por Ciudad Redonda)

Nunca entró en mis planes ser sacerdote. No me lo esperaba. No tengo antecedentes familiares. A los veinte años tampoco lo veía como posibilidad real en el horizonte de mi vida cuando en una conversación de amigos por la noche, en un ambiente de confidencialidad recuerdo que nos preguntábamos ¿cómo te ves en el futuro? Y cada uno iba narrando su sueño. Fue una sorpresa que me costó entender, justificándome al principio con la idea de que la “dirección del destinatario” estaba mal escrita. No es para mí, pensé. A los veintiún años, esto no pasa, ya es tarde. No sólo el tiempo, sino la naturaleza de la propuesta. Es mucho para mí. Yo no estoy preparado para esto. Es mucha responsabilidad. Y mi situación personal..., ya tengo mi carrera que está en su ecuador, y mi novia a la que quiero desde hace tiempo. Evidentemente en la “oficina de correos” se han equivocado.

Pero no era un error. Era para mí. Era un regalo. Venía de Dios. Me costó aceptarlo. Necesité tiempo, poco más de un año de huídas, de no querer comprenderlo, de darle vueltas y más vueltas. Surgió en mi interior. Nadie me lo propuso. Todo el mundo que está metido en la movida cristiana -como era mi caso- se lo piensa alguna vez, me dije. Y en ese interior poco a poco fue creciendo y haciéndose cada vez más fuerte la propuesta. El paso del tiempo y un discernimiento sosegado me ayudó a comprender que no me estaba volviendo loco, que era una llamada real, que venía de Dios y que yo me seguía sintiendo libre para decir “no”. Eso me dio mucha paz. Con dudas y con asombro ¿por qué yo, si hay gente más capacitada?, me preguntaba. Pero seguí sintiendo la libertad para responder lo que quisiera. Al final, me dije, si es lo que tú crees y quieres, Señor, tú verás... allá vamos. Y cuando empiezas a sentir amor, con amor respondes. Es tan fuerte la atracción que resulta difícil negarse a dar el paso. Y ese Amor me ayudó a dejar el otro amor, que por su parte lo aceptó con fe y generosidad y también con dolor. Yo no sé si hubiera respondido tan bien como hizo ella, probablemente no. Me siento muy orgulloso de esta historia de amor con Dios. Es un regalo inmerecido. No sé si estoy respondiendo a las expectativas que Él tenía sobre mí, pero ser sacerdote llena mi vida de sentido y si volviera a nacer, volvería a decir sí. Intento serlo como Jesús nos enseña el día de Jueves Santo, desde el servicio y la cercanía. Soy consciente de que mi ministerio no es para mí, sino para los demás. Que mi autorrealización se lleva a cabo en la medida en la que soy servidor de otros. Y mi manera de servir es tratar de hacer visible al Invisible para que muchos puedan encontrarse con Él.

Ser una mediación, un puente, una ayuda para llegar a Él. Con mis limitaciones y mis dones, mis pobrezas y mis riquezas, con todo lo que soy.

En estos ocho años de andadura, ser sacerdote me ha dado muchas más satisfacciones que problemas. He vivido experiencias llenas, intensas, que no se pueden describir con palabras. He compartido con vidas en situaciones y en lugares que jamás hubiera imaginado. Mi vida, aún con las dificultades del ministerio, se ha abierto de una manera total. Y sigo aprendiendo, sobre todo de la gente, de su testimonio, de su entrega, de su fe, de sus luchas, de su cariño.

Me siento privilegiado por ser sacerdote. Me permite ser testigo de muchas situaciones llenas de vida, acompañar y compartir a unos niveles de comunicación realmente profundos y sorprendentes. Mi único dolor es no dar la talla en algunas ocasiones y mi única preocupación es defraudar a Aquel que me llamó “con silbos amorosos”, en versos de San Juan de la Cruz. Por eso, intento seguir el consejo que Jesús da a Nicodemo en Juan 3, 8: “El viento sopla por donde quieres y tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo aquel que nace del Espíritu”. Esto me tranquiliza y me ayuda a seguir confiando. Gracias Señor por llamarme, ya te lo he dicho varias veces, pero hoy lo comparto con otros. Un sacerdote


AGENDA SEMANAL

Lunes 14. REUNIÓN SACERDOTES ORCERA

Jueves 17. REUNIÓN CATEQUISTAS (5.00t.)

EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO (6.30t.)

EUCARISTÍA (7.00 t.)

Sábado 19. BAUTISMO (12.30 m.)

Domingo 20. EUCARISTÍA (12.00m.)

CAPILLA DOMICILIARIA

Durante este primer año que llevamos con la Capilla domiciliaria de Santa Gema, que visita a 31 familias del pueblo hemos recaudado de donativo 397,26€.

Seria deseable que otras muchas capillas estuviesen visitando los distintos hogares del pueblo. Si estáis dispuestos, formad grupos de 30 casas, se adquieren nuevas capillas y para primero del año 2010 pueden estar bendiciendo los distintos hogares.

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