sábado, 28 de noviembre de 2009

15 de Noviembre DOMINGO XXXIII DEL T.O.

¿Por qué imaginamos la venida última de Cristo como una amenaza? El Evangelio, es cierto, nos dice que este mundo quedará destruido pero se supone que tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo no en este mundo. ¿O no? Y se supone que de Cristo esperamos la salvación, la vida, la misericordia, el perdón. ¿O no?
Se hablan del fin de nuestro mundo. Porque este mundo tiene fecha de caducidad. El paso del tiempo le persigue como una amenaza. Nada dura para siempre. Nuestra propia vida está amenazada de muerte. Y nuestra muerte significa la muerte y desaparición de nuestro mundo. Pero ahí está la primera lectura del profeta Daniel. Reconoce que ése será un “tiempo de angustia”. Pero ése es precisamente el tiempo en el que surgirá Miguel, el que “defiende a los hijos de tu pueblo”. Y dice también que “en aquel tiempo se salvará tu pueblo”. Es que Dios no va a dejar de su mano a sus hijos. ¿Es que puede el padre abandonar a sus hijos y condenarlos a la muerte? ¿Puede el Creador complacerse en la destrucción de su propia creación? En el Evangelio también se habla de ese último momento. También es momento de tribulación. Pero precisamente en ese momento es cuando aparecerá el Hijo del Hombre para reunir de los cuatro vientos a sus elegidos. El texto no quiere ser una amenaza sino precisamente lo contrario. Las palabras de Jesús quieren suscitar nuestra esperanza. Ni en medio de las mayores dificultades Dios nos deja de su mano. Somos sus hijos. Esta humanidad doliente es su familia y no la va a abandonar nunca. Al final, triunfará la misericordia, el amor, el perdón. Al final, el Hijo del Hombre nos traerá la vida y la vida en plenitud. A todos, comenzando por aquellos a los que les ha tocado la peor parte en este mundo. Es momento de levantar la cabeza y dejar que la esperanza haga brotar una sonrisa en nuestro rostro. Y de dar la mano a todos para compartir esa esperanza y no dejar que ningún hermano quede atrás.
Lectura: a los Hebreos 10,11-14
Ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar los pecados. Él, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies. En efecto, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados. Ahora bien, donde hay remisión de estas cosas, ya no hay más oblación por el pecado.

Palabra de Dios
Lectura: Daniel 12, 1-3

En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todo los que se encuentren inscritos en el Libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horno eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad. Palabra de Dios
Lectura: a los Hebreos 10,11-14 Ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar los pecados. Él, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies. En efecto, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados. Ahora bien, donde hay remisión de estas cosas, ya no hay más oblación por el pecado. Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Marcos 13,24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.»
Palabra del Señor

Queridos hermanos y hermanas:
El Domingo, día 15 de este mes de noviembre, celebramos el Día de la Iglesia diocesana, como en años anteriores.
La jornada hace referencia a las ayudas y apoyos necesarios a favor de la Diócesis, para su funcionamiento. No es esto lo más importante, ni mucho menos, pues caminamos en manos del Señor que vela por nosotros en su Providencia. Sí es ocasión propicia para orar, pensar y agradecer nuestra pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, desde esta Iglesia de Jaén.
Realmente, si tuviéramos todos una conciencia bien formada y despierta de lo que es la Iglesia diocesana y el convencimiento firme de nuestra pertenencia activa a la misma, no haría falta celebrar esta jornada. Colaboraríamos todos, cada uno según sus posibilidades, particulares e instituciones eclesiásticas, a favor de los proyectos y programas pastorales. Así lo hacen normalmente buen número de fieles.
De ordinario, sin embargo, aunque progresivamente, se observa un despertar muy positivo en su favor, se contempla por algunos a la Diócesis como una realidad mucho menos cercana que la parroquia o grupo en el que están asociados. Sólo de vez en cuando se cae en la cuenta de la realidad de la Iglesia diocesana con ocasión del Día del Seminario, cuando se precisa algún trámite de la Curia, en la Visita Pastoral del Obispo y en algunos otros acontecimientos puntuales.
Esta jornada es fundamentalmente para esto, para sentir a nuestra Iglesia de Jaén como algo propio y para comprometernos a conocerla, a orar por sus necesidades, a quererla, a colaborar en sus tareas y proyectos, para vivir de forma efectiva y real nuestra “común unión” con Jesucristo y, desde él, con todos los fieles.
La luz de ese Rostro de Cristo ha seguido iluminando y atrayendo a incontables hombres y mujeres, de todas las edades y condiciones y en todas las épocas.
También en estas tierras de Jaén, han pasado muchas generaciones de cristianos y aquí continúa vivo el Evangelio. Somos sus herederos. Muchos fueron testigos hasta derramar su sangre; otros destacaron por sus virtudes y ciencia, algunos traspasaron las fronteras, fieles al mandato del Señor de ir al mundo entero a predicar el Evangelio.
Es esta una tierra rica en cristianos comprometidos y fieles, de personas de una profunda cultura religiosa cristiana, amantes y defensores de sus tradiciones, de amor “a flor de piel” en honor de la Santísima Virgen. Pero no bajemos el listón, como algunos se empeñan que lo hagamos. Todo lo contrario.
Así es esta Iglesia diocesana, con luces y sombras. Quiere seguir mirando al Santo Rostro,... a tantas imágenes de su devoción que continúan intercediendo por nosotros ante el Señor, al tiempo que nos invitan a seguir sus pasos La colaboración económica por parte de todos los fieles a favor del sostenimiento y desarrollo de las actividades diocesanas, es siempre necesaria. Dios no mide las cosas por primeros, sino por generosidad.
Suman muchos enteros de amor la acción caritativa y social, la ayuda para la construcción y conservación de templos, el apoyo a las misiones y desarrollo de los pueblos, a nuestros Seminarios, y, en esta jornada, a favor de la Iglesia diocesana, además de su colaboración para el sostenimiento de su Parroquia.
Cada uno aportamos conforme a nuestras posibilidades y se distribuye, luego, a la vista de las necesidades, según las urgencias.
Que el Señor os lo pague. Con mi saludo y bendición.
RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ OBISPO DE JAÉN

AGENDA DE LA SEMANA

Lunes 16.

JUBILEO SACERDOTES JAÉN (10.00m.)

CATEQUESIS 2º (4.30t.)

CATEQUESIS 5º (5.00t.)

Martes 17.

CATEQUESIS 4º (4.30t.)

Miércoles 18.

CATEQUESIS 1º (5.00t.)

CATEQUESIS 3º (5.00t.)

Jueves 19.

CATEQUESIS 6º Y 1º E.S.O. (6.00t.)

CATEQUESIS 2º Y 3 E.S.O. (6.00t.)

EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO (6.00t.)

EUCARISTÍA (6.30t.)

Sábado 21.

CATEQUESIS CONFIRMACIÓN (6.30t.)

La razón de ser principal de la iglesia es el anuncio del Evangelio de Jesucristo a todos los hombres.

Millones de católicos en todo el mundo viven el Amor de Dios y predican la Buena Noticia, lo que les lleva a reconocer en el prójimo el rostro de Cristo, de manera particular, en los más necesitados y a desarrollar una enorme labor (social, educativa, asistencial, etc) que repercute en beneficio de la sociedad.

La Iglesia Católica en España se divide territorialmente en 69 diócesis, “Donde se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo”. Las diócesis están divididas en Parroquias. Hay en España unas 22.000. Existen 13.000 Órdenes y Congregaciones religiosas, 800 Monasterios de Clausura y miles de Hermandades, Cofradías, etc.

La Conferencia Episcopal Española es una “Institución permanente integrada por los Obispos de España, en comunión con el Romano Pontífice para el ejercicio conjunto de algunas funciones pastorales del Episcopado Español”. (Estatutos art. 1, 1), esto no quiere decir que sea una “gran diócesis” que abarque a las demás, cada una tiene su autonomía.

Existen otras Instituciones y Organismos Supradiocesanos como el Arzobispado Castrense, Universidades Pontificias, Universidades católicas, etc.

La nunciatura Apostólica es el Organismo que representa a la Santa.

Existen unas 40.000 Instituciones eclesiásticas en España, compuestas por cientos de miles de personas que viven en comunión con la Iglesia y trabajan para hacer el bien a sus semejantes. Todas estas entidades operan con la autonomía que les reconoce la normativa canónica. No existe por tanto un único órgano de decisión, ni el ámbito organizativo ni en el económico.

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